Muchos incrédulos pensarán que todo lo que voy a decir a continuación es tan sólo una historia de ciencia ficción, un guion más de una película que sólo piensa triunfar en taquilla, pero se equivocan. Esta historia es completamente real, yo misma puedo dar fe de su existencia. Y es que, aunque suene impensable así es:
¡Mi abuelo es un superhéroe!
¿Acaso vuela?
Preguntarán algunos, como si no hubiese mil formas de volar en nuestro universo. Nunca ha necesitado alas para ser el primero en aparecer cuando necesitábamos la mínima ayuda. Y es que sin alzar el vuelo consigue que los demás tengamos que levantar la cabeza para verle en las alturas. Porque su talla roza los cielos.
Si no vuela, por lo menos será fuerte…
Tras vivir una guerra, una posguerra, sacar a flote una familia, construir su casa con sus propias manos, luego de sufrir operaciones, pérdidas, lágrimas, risas, de vacaciones en la playa, de haberse alimentado prácticamente de basuras, después de esquivar al piojo verde, superar la tuberculosis, cuidar y amar a su mujer, hijos, nietos… ¿Alguien podría dudar de su fortaleza?
¿Y hace el bien?
Desde que se levanta hasta que se acuesta. Él nunca cayó en la falacia de la picaresca o en la del tonto el último. Sus principios son los pilares que han sustentado toda su vida y nunca le han apartado de la máxima: “Lo importante al final, es ser buena persona”. Alguno habrá que se ría de ese objetivo tan ingenuo… Pero los que somos buenos entendemos de lo que habla, y la conciencia nunca nos amarga las noches porque reposa su cabeza plácida en nuestra almohada.
Gracias a mi superhéroe particular he podido dar valor a lo que realmente importa. A aquello que perdura, y prevalece. Querer desinteresadamente. Querer por encima de todo. Dejar el egoísmo detrás de la puerta y hacer de la felicidad del prójimo tu propia felicidad.
Mi Super Abuelo se ha desvivido por su familia y amigos. Siempre ha tendido la mano al que ha necesitado ayuda, es detallista e invencible. Ayer cumplió 91 años, y no podéis imaginaros lo orgullosa que me siento cada vez que pienso que él es parte de mí. Sólo unos pocos privilegiados tenemos la fortuna de poder llamarle abuelo, y yo estoy entre ellos.
Soy quien soy gracias a él.
¡Felcidades de nuevo, Chulito!