Uno de mis sueños era conocerle en persona. Sabía que el tiempo corría en mi contra, y nunca supe realmente ni cómo ni cuándo poner en práctica ese plan, pero era una pequeña esperanza que anidaba en mi corazón desde el primer momento que conocí a Mafalda.

Era muy pequeña para entender todo el sarcasmo que había detrás de sus palabras y sin embargo cada viñeta me apasionaba. Quedaba atrapada en su humor, en las expresiones de cada personaje. Y yo lo copiaba porque lo único que anhelaba era alcanzar esa sutileza en el trazo que daba tanta vida a todo lo que tocaba.

Pero hubo un momento en que ya entendí completamente lo que esa niña de pelo negro y revuelto nos decía. Esa crítica constante, esa manera que tenía Quino de ver el mundo, una mirada atemporal sempiterna, como un vestido a medida capaz de casar con cualquier estación del año. Su mensaje era contundente, removía tantas conciencias como carcajadas en nuestras bocas.

Se ha ido alguien único. Una persona a la que yo solo puedo estarle agradecida por haber sido cómplice de mis viñetas. Por estar presente en cada esbozo haciendo de mis dibujos una expresión más de mi persona. Para mí él siempre será un referente no solo artístico, sino humano.

Gracias Quino.

Mafalda y Quino