Opinión sobre el libro «La hija del Caníbal» de Rosa Montero.

Victoria Izquierdo

Un libro que llegó a mí por casualidad.

Una amiga mía estaba haciendo liquidación de libros «viejos», (no quiero considerar que los noventa huelen a vintage porque es domingo, y estoy feliz) y el color amarillo pollo de su portada me llamó la atención entre los anaqueles. El nombre de Rosa Montero fue el siguiente imán que atrapó a mis ojos, ya que me había enamorado doblemente (releer para re-sentir) de su Historia del Rey Transparente.

El título: La hija del Caníbal.

Me dio cierto reparo en pensar en una historia truculenta, pero la sinopsis me alivió las inquietudes. El planteamiento era tan absurdo como interesante así que solo podía repararme un buen rato entre sus páginas.

Pero había más, mucho más. Es un libro tan bien escrito que las pestañas tiemblan de emoción al bailar al son de sus letras. Es atemporal, con la capacidad de arrancarte carcajadas y llantos prácticamente de un párrafo a otro. Podría embelesarme en elogios para con Rosa Montero, pero mi vocabulario es mucho más limitado que el suyo, y no creo que estuviese a la altura nunca de lo que su literatura se merece.

Más allá de su talento, quiero dejar por escrito el mensaje que a mí me ha llegado a través de este libro. Para mí ha sido tan impresionante y fuerte como una buena bofetada y es lo que me ha empujado a escribir estos cortos artículos de opinión. Y siempre es mejor que cuando se tiene un impulso de este estilo, no refrenarlo, que luego salen hernias en los remordimientos.

Decía antes que La hija del Caníbal es atemporal porque precisamente trata del tiempo y cómo lo percibimos. El trasunto teatral de la vida, donde sus etapas se van diluyendo a la par que se van cumpliendo años. La autora ha tenido la gran habilidad de juntar todas las edades dentro del relato, conviviendo armónicamente en una triada tan peculiar como indivisible. Desde el joven y atolondrado Adrián con todas las puertas abiertas a la oportunidad que la década de los veinte le deparan. O nuestra protagonista, Lucía, cuarenta años, entrando directamente en el estado de transparencia, donde la sociedad la empieza a ignorar como si de un hechizo se tratara. Los cuarenta son la nueva Historia de la Reina Transparente. Y por último el viejo Felix, Fortuna, ese tipo de hombres que han conseguido que los años den tanto de sí que parece que se han llevado un dos por uno en vida. Sin duda el personaje que más me ha enamorado. Quizá por lo cerca que he tenido siempre la presencia sabia y constante de mi abuelo. Será por eso que el Félix que me imagino, mi Félix, tiene un bigote que los años han teñido de blanco, y una voz castiza y ronca llena de seguridad y fuerza.

Hay veces que los libros adecuados llegan en los momentos más necesarios. Porque La hija del Caníbal te regala unas gafas nuevas que te ayudan a ver la belleza donde nunca antes habías reparado. Somos perversión, cobardía, arrogancia, somos maldad. Pero con igual ímpetu somos bellos. La dignidad nos sirve para ayudarnos a saber lo que medimos como humanos, y nos enseña que incluso en las peores circunstancias, siempre habrá alguno de nosotros que contra todo pronóstico y sumo riesgo, pondrá por delante la bondad frente a todo.

Querría terminar este humilde texto con una de las frases de Félix en defensa a la edad. Se la dedico a todos esos que miran por encima del hombro a la senectud desde su temporal pedestal de juventud.

«Hay tanta ignorancia en la inocencia que a menudo me parece un estado indeseable«.

En definitiva, no cometamos el error de olvidarnos de nuestros mayores, porque mañana nos estaremos olvidando de nosotros mismos.