Opinión sobre la serie «Maricón Perdido» de Bob Pop, producida por El Terrat

Victoria Izquierdo

De lo mucho que se ha dicho sobre esta obra, una de las conclusiones más repetidas es que Maricón Perdido es una serie necesaria en nuestro tiempo. 

Pero a mí me gustaría apuntar que lo que considero necesario en esta época es a Bob Pop. Necesito de sus discursos y sus reflexiones, siempre viendo la otra cara del prisma, no quedándose en la superficie del problema, nunca conformándose y siendo una constante fuente de inspiración. 

Su serie solo me ha demostrado lo que ya me había dejado claro desde que empecé a leerle y escucharle activamente, que su forma de contar las historias es única, llena de filosofía, reivindicación, justicia y sobre todo amor. 

Estamos en un momento en el que, como sociedad, nos hemos dado cuenta de una de esas mentiras que el capitalismo nos metió en la cabeza hace unos años. El individualismo como adalid de toda una generación. Esa idea de un mundo colectivamente más conectado entre individuos pagados de sí mismos. Primero ponte tú la mascarilla en el avión, luego ya se la pones al de al lado. 

Y ahora siento que la tendencia en el contenido que consumimos, y en lo que está triunfando realmente, es la revelación:

¿De qué nos sirve el individualismo, si no nos queremos a nosotr@s mism@s?

Nos damos prioridad frente a todo, pero no acabamos de amarnos. No nos soportamos y nos quejamos de que nuestras relaciones de amor/trabajo/amistad nunca llegan a buen puerto, porque ell@s tampoco nos soportan. Irónicamente, desde nuestro ego centrípeto, los elementos exógenos son la raíz del problema. 

Y Maricón Perdido creo que pone en evidencia esa dificultad de amarse, de mimarse, de no maltratarse. Además narrado por una persona que ha vivido en sus propias carnes ese rechazo por aquellos que más deberían haberle querido. 

Sin embargo, a pesar de todo el dolor vital que se extrae de la serie, lo que te queda es un sentimiento de constante gratitud, una reconciliación con el mundo que se traduce en un saber perdonarse. Saber amarse bien. 

Porque al final, la constante mejora está reflejada en la bondad y ahí es donde deben apuntar nuestros pasos. 

Ahora, no sé muy bien si todas estas lecturas de la serie estaban detrás de sus planos, o realmente es el sentimiento que se filtra cada vez que escucho las palabras de Bop Pop. Quizá es que los referentes acaban convirtiéndose en los bastones de nuestras propias opiniones. Con más seguridad nos ayudan a pensar. 

Porque sí, para mí (y creo y espero que para much@s otr@s) se ha convertido en un referente con el que “flipo” cada vez que decide compartir sus ideas. Me hace los días, ajenos y propios, muchos más amenos y deja en mi cabeza posos de una sabiduría, que aunque externa, acaba por ampliar la mía. 

Con esto también, parece que el término referente entraña una responsabilidad absoluta, un no fallar constante, sentirse siempre a la altura de las expectativas del público al que alientas. Sin embargo yo (hoy, a saber mañana) no lo veo de esta forma. Estas personas que a través de su arte, talento y pensamiento, han ayudado a construirme como persona nunca serán la razón de mi deconstrucción. De ellas fui cogiendo los ladrillos que hacen mis cimientos, y esos ladrillos quedarán ahí, fuertes, robustos, perennes. Sus enseñanzas llegaron a mí en el momento adecuado y no se borrarán de mis actos y conducta por mucho que ellos tropiecen.

Mis referentes no me deben nada y sin embargo yo a ell@s les debo demasiado. 

Así que brindo por más autores en serie, brindo por las personas que siguen transmitiendo tanta paz y alimento para el alma. Y por supuesto, brindo por los referentes tan necesarios como urgentes. 

«El problema es que hay demasiados influencers y pocos referentes.»

Bob Pop